(Leer con música de fondo: Malleus Maleficarum)
Me gritaron Bruja… Maleficarum… Se dicen hombres de dios, pero sólo son verdugos.
Las acusaciones eran leídas ante una multitud que me observaba con ojos de repudio y odio. Tal vez motivados en parte por mi indiferencia. Mi vista perdida en el horizonte, intentando entender el por qué.
Días de tortura y sufrimiento me obligaron a aceptar la culpa, poniendo mi marca en aquel pergamino, aferrándome a la ingenua idea que lograría poner fin a todo esto. El encierro, las cadenas… el dolor de las quemaduras o mis brazos y dedos dislocados.
Nunca practiqué la magia negra ni la herejía. Y se los dije, ¡Cientos de veces!, Pero no pareció importarles.
Los cargos en mi contra se seguían apilando en mi consciencia a medida que los escuchaba. Ni siquiera pude entender todos ellos.
Veo la leña apilada debajo de mi, como un depredador que espera la orden para devorarme.
Las últimas palabras del inquisidor parecen ser eternas… o tal vez yo quisiera que lo fueran.
De pronto, silencio.
Veo la antorcha acercarse a mis pies y un escalofrío recorre mi espalda. Miro al cielo buscando mi fe. Nunca necesité tanto a Dios como ahora. Rezo para poder enfrentar lo que viene. Rezo suplicando su ayuda…
Pero no tengo respuesta… Dios mío, ¿Me has abandonado?
Las llamas comienzas a envolverme. Un dolor indescriptible… pánico… Apenas puedo pensar en lo que me está pasando, o tal vez no quiero hacerlo.
Recuerdo las palabras de mis torturadores, hablando de una muerte rápida si aceptaba los cargos. Mentiras… pero Dios, tú ¿Por qué me abandonas?
Pero de pronto, escucho una voz.
La escucho tan clara como si viniese de mi interior. Un tono casi paternal. Sabía que no me abandonarías… no tú.
El tiempo parece detenerse en ese instante y logro ver toda mi vida pasar frente a mi. Todas aquellas ocasiones de oscuridad en que recé a un ser superior, mis ofrendas… mi fe.
Pero… esta voz no me habla de fe ni amor, sino de resurrección, inmortalidad, poder y… VENGANZA.
Las palabras me hacen despertar a la realidad: Estoy sola, siempre lo estuve.
Pero ya no.
¿Quién es aquel que viene en mi ayuda?… Acaso importa?
Es el único que ha escuchado y respondido mis plegarias. No siento remordimiento alguno al aceptar su oferta.
Las palabras aparecen en mi mente como si siempre hubiesen estado ahí… nuevamente escucho aquella voz: «¡Dilo!«
En un instante, el dolor desaparece por completo.
Mis ataduras se desvanecen con sólo pensar en ellas. No puedo evitar reir al ver el rostro de sorpresa de mis captores.
Sus miradas inquisidoras se transforman en pánico al ver que el fuego no tiene ningún efecto sobre mi, más que alimentar mi odio hacia todos ellos. Mis torturadores. Mis jueces. Verdugos… y aquel que durante tanto tiempo llamé Dios. ¡El falso Dios!
Pero ¡Ya no!
La tierra se abre ante mi y una criatura emerge desde sus entrañas. Un demonio a ojos de algunos, para mi, un Angel.
Se acerca con paso firme y decidido, pero no siento miedo. Su mirada revela que comparte mi odio y su actitud es de total lealtad y sumisión.
Se inclina ante mi y escucho su voz.
Pongo mi mano sobre su cabeza. Nuestro vínculo es único. Las palabras no son necesarias, él escucha mis pensamientos.
Tenemos mucho por hacer. Muchas vidas que tomar y almas que entregar.
Su mirada es de satisfacción. Aquella satisfacción de quien sabe que pertenece al amo adecuado.
Me llamaron Bruja… Maleficarum… así que eso es lo que seré.
Pero esta vez, ellos serán los que ardan en fuego.